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Comunicado del Campeón, David Moreno Hernández

Esta mañana estaba limpiando mi casa, en concreto fregando el suelo, cuando se partió el palo de la fregona. Vivo solo en un bloque en obras, así que decidí terminar la faena cogiendo directamente el mocho y frotando con más fuerza que antes, pues al estar tan cerca de las delatoras baldosas blancas de mi piso, el polvo, los cabellos y los cadáveres de las hormigas eran tan patentes como insoportables. A los cinco minutos me empezaron a doler los riñones; el brazo derecho me punzó justamente en el mismo músculo que me rompí en una derecha abierta contra el rostro de Ben el día del combate. Dejé de fregar, me vine a mi estudio (compartido con otros para poder afrontar el alquiler) y aún con el dolor de riñones me senté de nuevo frente a este blog con cierto temblor. A mí escribir me da tanto miedo como pelear.

En el arte hay mucho friegasuelos con fregonas de palos la

rgos como pértigas. Daltónicos que no saben diferenciar la blancura crema de las junturas de las baldosas de éstas y que no alcanzan a ver si está sucio ahí abajo porque el propio smog de sus plumas-chimeneas ha generado una neblina densa como las tripas grises de una vaca sagrada abierta en canal. (Quiero que me perdonen si me pongo un tanto parabólico, pero me gusta que los textos los pueda entender hasta mi abuela.) Para mí estos friegasuelos son los puristas. Los puristas del estilo, lo guardianes de la raza, los senescales de la estirpe, los inmovilistas funcionarios de los conferenciantes, los unidireccionales unívocos, los catedráticos como catedrales, los universitarios antiuniversales, los negociantes de los lucros abstractos… Todos los vigilantes jurados de la Academia en contra de las irresponsabilidades. NO ME ROMPA EL FLORERO, sólo cámbiele las flores. Dicen.

El combate de los Poetas Pesados ha sido un fracaso. Grito.

Los que allí estuvieron y vieron y olieron y gritaron no fueron mejores que los que se fueron. Se enfadaron los puristas del combate profesional, porque el evento era para ellos un juego de niños que no respetaban el boxeo. Ante ellos me gustaría disculparme si envilecimos el arte del boxeo: si hubo golpes feos fue por nuestra inexperiencia y por nuestro miedo. Pero hubo nobleza, sinceridad y compromiso auténtico. No parodiamos, nos pegamos sin odio. No nos vilipendiamos ni humillamos, aceptamos nuestra humanidad con sus mugres instintivas. Se enfadaron los puristas del diálogo, del intelecto, los voceadores de la ONU, UNICEF y Roqueros Contra la Droga al fin Unidos. Para ellos me gustaría ser más lacónico: no jodáis.

Después de pegarte con otro hombre, ni los que felicitan al campeón, ni los que le abuchean, ni los que le niegan dándole la espalda para no ver y seguir en la Era de Acuario, te consuela. Nadie, realmente, se molesta en desarrollar la suficiente empatía como para entrar en contacto con cualquiera de los intervinientes y reflexionar con madurez y conjuntamente sobre la experiencia, interiorizarla y abrazar el cactus dolorido. Los boxeadores son títeres, a nadie le importan.

Sí, Ben. Fuimos cuatro sintiendo a los demás, pero nadie se preocupó de sentirnos a nosotros, de dar respuesta a las preguntas que formulamos con cada puñetazo. Como tú mismo dices, somos “los hijos de los hijos de la ira”.

Reivindico desde estas líneas el derecho a la queja, aunque sea demagógica y visceral. Como dice Gonzalo, “hablar de hacer es NO”.

Reivindico desde esta otra la acción, aunque sea irreverente. Como dice Víctor (uno de los que más puso y arriesgó en esta ¿farsa?) “seguirás confundiendo el amor con la piedad”. Y reivindico desde esta otra el derecho a no asumir la dictadura hipócrita de la intelectualidad bien pensante. A Domingo y Jorge que nadie los mente, porque han follado con Fausto y el pene les arde.

Un fracaso, un fracaso estrepitoso esto del combate. Precisamente porque muchos prefieren poner multas a las matrículas sin preocuparse de quién conduce realmente el coche.

Y yo me explayo porque dudo que alguien lea esto hasta el final. No tanto por la falta de pulso de este texto, sino porque no me pueden meter en su tómbola literaria, no sea que me regalen algo como, no sé, ¿la fama? Joder, troncos, si somos empresarios de los céntimos, el banco de las pelusas de los bolsillos. El Parnaso es el queso en polvo que le ponemos a la pasta. Si se hundiera el barco de la cultura de este país no quedaría nadie para tirar flores en el puerto en memoria del otro.

Veo mucho agorero bloguero, que sabía de antemano lo que iba a pasar, los mismos que han convertido el debate con sus comentarios anónimos en lo mismo de siempre, una suerte de denuncia alevosa con nombres y apellidos. Qué culpa tiene Ben Clark de ser un premio Hiperión y programar bien o mal lo que programe. Anónimo, programa tú, habla con él e intercambia con él tus ideas, no metas en el mismo saco a Gonzalo Santonja y a un poeta de 24 años. Mejor dicho, no metamos a nadie en el mismo saco, porque cuando hacemos esto, el saco se llena, lo cuelgas del techo y empiezas a soltarle guantazos todos los días desde tu púlpito de purista.

No tengas inquina contra Gonzalo Escarpa, que lo único que hace es currar y currar, a veces denostando su propia obra. Quiérelos un poquito, anónimo, no critiques para igualar o superar con tu talento al suyo, critica para crecer y hacer crecer, pronúnciate tras escuchar a la espera de que los demás te escuchemos. Y genera, genera, genera, apoca al Apocalipsis. Pégate contra tu dolor, no te pegues al descrédito.

El Eros es creador, y si algo hubo en el combate fue creación. ¿Qué haces tú? Anónimo, María de Medeiros o como te llames: ¿saliste en medio del combate y amenazaste con prenderte fuego si no parábamos esa infamia?

Un poco de praxis poética y menos comprimidos de proética, que me duelen los ojos de leer prospectos.

Un fracaso, sí señor. Somos amarillistas, ególatras, farsantes, irresponsables, faltos de imaginación… Lo prefiero a ser un seminarista del odio sin oídos.

Cuando las palabras no sirven sólo queda la violencia. Lo quieras o no, es precisamente la palabra la que lleva en muchos casos a la violencia. El capo nunca pega el tiro, pero tiene a sus poetas a sueldo. ¿Te has preguntado por qué dos poetas se pegan? ¿Qué está pasando para que tanta frustración llene el panorama literario de navajeros dialécticos? ¿No crees que tras una tragedia tan triste como ver a dos poetas pegándose tenía que despertarse algo en tu corazón? ¿Crees que nos divertimos? ¿Crees que fue motivo de orgullo? ¿Crees que te toca a ti decir qué es poesía en forma de credo? ¿Te aburres? ¿Sales beneficiado en algo de la actual inmovilidad de las cosas? Contéstame, porque no te entiendo y quiero.

Si me pongo en tu lugar, creo que no te has formulado ninguna pregunta real. Llevas todo afirmado en tu anónimo ADN. Y es parcial y triste y nada tiene que ver con lo único que importaba verdaderamente en el debate. ¿Qué pasa con la poesía?

Y es una tragedia, absoluta, lo del combate. Porque muy pocos se han formulado esta pregunta.

Para finalizar sólo me gustaría descalificar la denigración como forma real de diálogo. Alegar que el combate no fue dadá ni surrealista, no fue performance ni situacionismo (si giras 180 grados una cruz gamada sigue siendo una cruz gamada, no hay descontextualización posible con la violencia), ni Derrida ni su puta madre, ni Baudrillard ni Lancôme. Fue una denuncia que surgió desde la emoción: este mundo que estamos construyendo da asco y los poetas no nos diferenciamos mucho, y por tanto no me extraña que nadie quiera escucharnos. El dictador de izquierdas siempre ha sido peor que el de derechas, el poeta es el gran dictador, pero en su vertiente patética en su Isla de Santa Helena. Volvamos al mundo para acabar con el capo: el hampa de la trampa te compra. Hermano, escribe, publica, recita, siempre soplando sobre el velamen del navío y el timón que gire, que nadie lo lleve.

Un desastre naval, esto del combate

Quien quiera que me dé su dirección y le mando el cinturón. Porque perdimos todos.

P.D.

Fabio, te quiero.

P.D.2

Agradecerle al periodista de la voz de Salamanca el chiste.

P.D.3

Tony Garrido (RNE), eres tan culpable o más que cualquiera de que los poetas nos peguemos.

David Moreno

2 Comments:

  1. Anónimo said...
    Hacia tiempo que no veía a un perro morder la mano que lo acaricia. Es de mala educación mearse en alfombra ajena, querido, de muy mala educación.
    Anónimo said...
    Tu texto es sincero, no lo había visto por ese lado. Quizá la reflexión tras haberse zumbado contra un tipo al que aprecias mientras todos piden sangre sea la de darle una patada al ring.
    Mis disculpas por los anteriores ladridos.

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