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LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO

"Es difícil comprenderlo. Sólo sé que tienes que correr. Correr sin saber por qué a través de campos y bosques. La finalidad no es ganar, aunque los espectadores te animen como locos. 

Esa es la soledad que siente el corre dor de fondo."

Richardson

 

El combate me recordó a una película: Ordet (la palabra). Morten Borgen es un padre de familia experimentado, conduce con rectitud y caridad una pequeña explotación agraria. Sus hijos florecen y caducan según las reglas que dicta la juventud. La devoción por Dios es el centro de sus vidas. El primogénito de la familia, Johannes, como era costumbre en el pasado, ha accedido a la universidad y es licenciado en Teología. Pero le ocurre algo: se cree Jesucristo, habla como Jesucristo y cada palabra suya es una revelación. Aparece en el salón de la casa y pronuncia discursos elevados, para luego volver a su habitación. Le consideran un loco, un desviado y un blasfemo, porque el Mesías vino sólo una vez y sólo una vez existió. En una escena Morten Borgen está tomando el té tranquilamente con su nuera y, de pronto, entra Johannes. Se queda inmóvil en medio del salón y dice: Un cadáver en el salón. ¿Qué dices? Pregunta la nuera. Cállate, Johannes, dice su padre. Un cadáver en el salón y así mi padre que está en los cielos, será glorificado, dice Johannes. Después cierra los ojos y vuelve a la habitación. Su padre se levanta diciendo: ya está bien… Ya está bien Johannes, por favor… (suspiro).

Yo soñé felizmente a los poetas caminando por la plaza de Anaya desnudos. Sus cuerpos atléticos eran cantados por vosotros, y su torso helénico, sus brazos, vigor de serpientes enlazadas, se mostraban sin pudor a la ciudad. Este es mi cuerpo, decían, y después hacían el examen de literatura. El sudor, una característica de la sintaxis. La palabra, un puñetazo inexperto.

Fue Ben Clark un Johannes de Salamanca. Su figura me recordó al Púgil en reposo que se desenterró entre las ruinas de las Termas de Constantino. El boxeador es un adulto que muestra, con realidad y con realismo anatómico, nuestras heridas y hematomas. Ya está bien, ya está bien Johannes, dicen los comentaristas anónimos, por favor, vuelve a tu habitación porque si no tendremos miedo. Me dijo David Moreno en un bar llamado Delicatessen: Trabajo nueve horas al día y cuando salgo a la calle, lo único que quiero es abrazar a un árbol. Está bien ser humano, pero no sé qué significa ser demasiado humano. Que la belleza también es un puñetazo. Dijo Bretón: la belleza será convulsiva o no será. Que la belleza no sólo es lo bello, sino también lo feo. No es tan sólo el poema leído en el diván, no sólo la estatua de Bernini (gloria a él por los siglos de los siglos). Papá, le dijo Isaac a su padre, tenemos la leña y el fuego, ¿pero dónde está el cordero para el holocausto? Tú, humano, eres y serás el cordero para el holocausto. He visto belleza en el sudor, en el chirrido del Tormes contaminado, en el golpe violento, en el dolor. Esta es la soledad del Boxeador, salta al ring, los otros gritan, y tiene que defenderse. Vosotros me recordáis a un epigrama de Marcial. Llega un amigo suyo y le dice: escribes tonterías, las musas no te acompañan, nunca serás como Píndaro. Sí, dice Marcial, lo admito, nunca seré como Píndaro. Tienes razón. Pero te diré una cosa, amigo, a él es a quién alaban, pero a mí es a quién leen.

Me parece que nos hemos confundido. Yo soñé que el cuerpo y el espíritu eran uno solo, que Ben Clark salía de su biblioteca e iba a luchar contra David Moreno. Es cierto que ya no son héroes, sino metáforas de héroes. Existen melodías que jamás hubiéramos percibido sin aquel combate de boxeo. Nadie diría que antes de golpearse habían estado leyendo a Virgilio. Con golpes expresaron una de las múltiples formas del deseo y su dolor nos hizo mortales. Basta ya de este afán de trascendencia, de esta insensata voluntad de ser sólo mente. Que el cuerpo retome su lugar. Yo también declaro que la belleza será convulsiva o no será. Yo declaro que tras el combate me abracé a un árbol y bebí cerveza, y fui vulgar. Luchar a través de campos y bosques. La finalidad no es ganar, aunque los espectadores griten como locos. Qué feliz es la suerte del boxeador. Olvidarse del mundo y por el mundo olvidado. Mientras dura el combate: eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Sólo cuerpo y tensión. Esta es la soledad que siente el boxeador. Él supo que el amor es esa mezcla de creación y destrucción, aquello que unas veces es poema, y otras veces herida y hematoma en el corazón.

Víctor Balcells-Matas

5 Comments:

  1. Anónimo said...
    No lo había pensado de esta forma.

    Visto así resulta maravilloso aunque los puñetazos duelan
    Mireia Pons said...
    Maldita sea, Víctor. ¡Es buenísimo!
    Anónimo said...
    ¿Qué dices mía? ¿Que Ben Clark está buenísimo!?

    jejeje

    love,

    B.C.
    Mireia Pons said...
    Shhh... Te conozco, Benclark: he leído tus poemas.
    Anónimo said...
    Sólo apuntar que, pese a que desconozco el origen de la cita y al tal Richardson, "la soledad del corredor de fondo" es una novela de Allan Sillitoe, muy popular, si la memoria no me falla, a finales de la década de los setenta.

    El libro creo que lo editó Debate o Destino, y hoy está descatalogado.

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